Violencia obstétrica: una realidad para muchas madres

Este tipo de maltrato hacia la mujer está muy extendido y normalizado en el sistema sanitario.

La violencia obstétrica muchas veces empieza cuando la mujer acude al ginecólogo.

La primera vez que se escucha un término nuevo y poco coloquial nos hacemos preguntas, y nos planteamos si hay una nueva situación o fenómeno emergiendo de esta sociedad que avanza tan deprisa. Sin embargo, cuando hablamos de violencia obstétrica no se da el caso.

Desafortunadamente los hechos están tan normalizados que hasta ahora no se contemplaba como una situación preocupante a ésta a la que ahora se etiqueta como tal. Pero gracias al movimiento feminista por fin se pone nombre a un término que recogería, y a su vez evidencia, una forma más en que la mujer es maltratada.

¿Por parte de quién? Del propio sistema sanitario, así de simple y de preocupante a la vez.

¿Qué es la violencia obstétrica?

Según define la Asociación Catalana por un parto Respetado Dona Llum se entiende por violencia obstétrica “el trato deshumanizador, el abuso de la medicalización y la patologización de los procesos fisiológicos del parto que trae consigo la pérdida de autonomía y de la capacidad de decisión de parte de las mujeres durante su embarazo y parto”.

Cuando se comienza a hablar de violencia obstétrica primero surge la pregunta ¿Qué es eso? Y tras conocer qué serie de situaciones se engloban en ella, las opiniones y juicios de valor se disparan, a la vez que son dispares y en ocasiones opuestas.

Casos demasiado habituales

Para quienes busquen datos cuantificables, les diremos que las estadísticas demuestran que la probabilidad de que un parto termine en cesárea es cuatro veces mayor en Extremadura que en Euskadi. Y no, no se debe a que haya tantas diferencias fisiológicas entre las mujeres de una comunidad respecto a la otra precisamente.

La violencia obstétrica abarca el maltrato verbal, operativo y gestual. Que a una mujer en pleno dolor de parto se le suelten perlas del tipo “ahora no grites tanto, que te gustó cuando te lo hicieron” o “tú cállate y deja a quien sabe” mientras la obligan a dejarse hacer sin mediar explicación alguna. ¿Dónde está el modelo biopsicosocial que debería velar por el bienestar de esa persona?

En los últimos años se ha llegado a normalizar el uso de las episiotomías innecesarias en los partos, que consiste en realizar un corte en la piel y los músculos existentes entre la entrada de la vagina y el ano.

La mayoría de estos casos acaban con zurcidos mal hechos que provocan acortamiento entre la distancia de ambos orificios (con las consecuentes infecciones recurrentes que supone), el estrechamiento de la entrada de la vagina de forma que dificultaría las relaciones sexuales tras la retirada de los puntos o problemas de incontinencia asociados al daño ocasionado al suelo pélvico.

  • Artículo relacionado: (link a los ejercicios de suelo pélvico)

Por otro lado, en el seguimiento de los protocolos de actuación basados en la práctica de una medicina defensiva, se llega a permitir que una mujer durante 30 horas de parto, sea convertida en un objeto pasivo sin poder de decisión, que cuando por agotamiento pide a su pareja que se haga portavoz de sus sugerencias se le saca a él de la sala con cualquier excusa para poder contar con menos testigos de cómo se actúa negligentemente.

El maltrato maltrato verbal, operativo y gestual hacia la mujer durante el parto es muy habitual.
El maltrato maltrato verbal, operativo y gestual hacia la mujer durante el parto es muy habitual. Fuente: Unsplash

Que una vez en la soledad de una sala de parto se aproveche para explicarle una milonga a la parturienta en medio del aturdimiento por el dolor mientras se deja que una patosa estudiante de prácticas cambie la vía con la que se introducen antibióticos, oxitocina (que provoca cada cinco minutos dolorosas contracciones a lo largo de horas y horas) y otras sustancias con las que se le sobremedica, con un sibilino “aprovecha que a ésta se le marcan más las venas”.

La desinformación a tiempo real es abrumadora y sin preguntar (y en algunos casos, incluso sin leer los deseos expresamente escritos y firmados por la propia paciente) se decide el siguiente paso, donde lo que prima es la comodidad del personal sanitario a la hora de hacer infinitos tactos, para subirse a empujar con codos y puños sobre el vientre de la mujer y acelerar así la expulsión del bebé… porque necesitan tener pronto la cama vacía para la siguiente.

¿Alguien piensa realmente en lo que sienten las verdaderas dos protagonistas de ese parto, madre e hijo?

Opiniones diversas

Curiosamente, la mayoría de quienes empatizan con este delicado hecho que es la violencia obstétrica, son o bien mujeres que lo han sufrido en sus propias carnes, o familiares cercanos o personas de ambos sexos con la suficiente sensibilidad y mirada crítica como para darse cuenta de la realidad: que la forma en que se efectúan los partos en nuestros hospitales españoles dista mucho de lo ideal para la salud y el bienestar de la madre y del bebé.

Como cabía esperar, son también muchas las voces que se alzan para despreciar este movimiento en el que se pretende poner bajo el foco de atención a la violencia obstétrica, una situación que, a pesar de ser dolorosa para quien la padece, no cuenta con el rechazo por parte de toda la población que defiende por delante de todo, incluso de las víctimas que lo sufren, al sistema sanitario que lo respalda.

Si lo dice el médico, va a misa.
Si lo dice el médico, va a misa. Fuente: Unsplash

Y ahí entra la perversión del sistema en el que vivimos: “si lo avala la ciencia, bien está”.

Pues no, desafortunadamente no es así. Que algo provenga del organismo que debería velar por nuestro bienestar y salud de forma íntegra no es garantía de que funcione correctamente, y éste es uno de tantos casos que sólo parecen percibirlo quienes cuentan con suficiente espíritu crítico.

El factor humano es clave y respetar las decisiones de la mujer que confía en el personal sanitario en un momento tan delicado debería prevalecer por encima de los protocolos a los que se aferran éstos, que sólo sirven para protegerse de sus negligencias ante la ley cuando infligen este tipo de violencia.

Porque un parto puede ser doloroso y desagradable por su propia naturaleza en sí, pero jamás debería de serlo porque un sistema sanitario respaldase prácticas donde una mujer, en un momento único de su vida que debería estar marcado con la belleza de traer al mundo a uno de los seres que más amará, se vea relegada a la posición de objeto pasivo bajo un sistema que tolera lo intolerable.

Pongamos palabras al problema

Para todas aquellas que velan por defender este derecho esencial de quienes traen nuevas vidas a este mundo, para todas aquellas que saben de primera mano de lo que hablamos cuando se aborda la violencia obstétrica y se le remueven recuerdos dolorosos y para todas las mujeres que por el simple hecho de serlo deberían contar con la tranquilidad de que todo irá bien si llegan a dar a luz algún día, pongamos palabras a esta forma de maltrato para señalar un fallo de la sociedad que marca vidas innecesariamente.

Verbalicemos abiertamente aquello que está sucediendo para cambiar las cosas; sólo así se demuestra el verdadero poder de las palabras.

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